“Arroz con leche me quiero casar con una señorita de la capital: que sepa coser, que sepa bailar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar…” Era uno de los cantos más sonados a las 6 de la tarde, después de la escuela y antes del chavo del 8, en las calles de mi barrio. Todos los días entre gritos, pelotas, carreras y juegos terminábamos con rondas especiales como el Materinerero, que de la manera más normal del mundo nos permitía ofrecer y comprar la niña que quisiéramos. Claro, no sin antes enseñarnos que si ofrecíamos sapos muertos, no conseguíamos nada y que lo más efectivo sería ofrecer coronas de princesas con rubíes y diamantes ó tal vez una cadenita de oro. Todos los días era igual: las niñas bonitas se vuelven agachar y por supuesto que todas nos agachábamos, y ofrecíamos las cosas más lindas para que nos dieran a la niña escogida.
Ninguna de estas rondas tenía una explicación ó un pie de página o alguna señal que me advirtiera que yo no podría ni comprar a la niña del Materinerero, ni casarme con una señorita tan divertida que supiera bailar, jugar, pasear y sobre todo coser (cosa que para mi resultaba admirable debido a mi fracaso absoluto en las tiras de economía de la escuela). Tampoco decían las rondas, ni los juegos, ni las maestras, ni las escuelas, ni los libros… ni nadie, que si optabas por desear una niña, todas tus otras cualidades se desvanecerían y serías condenada a la marginalidad absoluta.
El debate generado por una hermosa campaña en las paredes de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, que pretende sensibilizar a las y los estudiantes en cuanto a la diversidad sexual y racial; me ha hecho recordar las rondas, los juegos, los deseos conscientes e inconscientes de la vida…me ha hecho pensar en Alexa de 18 años, quien al ver mi pulsera de colores me preguntó si yo estaba de acuerdo con la diversidad sexual y en Oscar mi amiguito de 9 hablando del lesbianismo con toda naturalidad ó Sebastían de 7 que dice: anormal sería encontrarme un dinosaurio en la calle! y me ha hecho desear que ESA sea la realidad. Sin embargo, a la hora del almuerzo al escuchar las tristes opiniones de padres, madres, hermanas y hermanos de nuestra Honduras, me doy cuenta de cuál es la verdadera verdá –como dirían nuestros amigos del notinada. La biblia salta por acá y por allá para justificar el odio y el miedo que le tienen al amor lésbico y homosexual. Mientras todos y todas hablan de “respeto” y de libertad; nos recetan el infierno después de la muerte, se quejan de que hagamos muestras de amor en público ó de que digamos abiertamente que amamos un cuerpo igual.
Dentro del Feminismo existe una corriente llamada El feminismo lésbico. Esta corriente se hizo popular en la década de los 60s cuando después de Stonwall, muchas lesbianas se unieron a organizaciones feministas y de alguna manera introducen el debate feminista más allá de las prácticas sexuales “normales” buscando una reinterpretación teórica-práctica de los valores heterosexuales como valores del patriarcado y rescatando como elemento clave del feminismo el análisis de la heterosexualidad como una institución. La diversidad sexual sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad, y sobre el cual debemos seguir hablando y debatiendo. No solo desde el feminismo sino desde las revoluciones, desde las concepciones más íntimas de las personas y en el caso de ésta Honduras, desde las principales aspiraciones de refundación. Después de todo ¿A quién no le gusta el arroz con leche?
Genial!.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu texto. Escribes muy lindo y claro. Además, opino lo mismo que tú. La diversidad sexual necesita ser más visible y natural y dejar a la iglesia con sus infiernos y cielos a un lado. Se trata de amor!
A mí también me gusta el arroz con leche.